La mirada

De siempre me hizo pensar la imagen que un amigo un día me soltó sobre la zozobra de los alquimistas de la edad media cuando por la noche se centraban en sus estudios, intentando hacer avanzar la experiencia sobre el oscurantismo de la época, a golpe de alambique, mientras de cuando en cuando, llegaba a sus oídos el atronador sonido de la campana de la torre de la iglesia, al dar las horas, que en la noche anunciaba la pena del fuego a aquellos que osasen ir contra los enunciados del poder omnímodo de Dios. ¡Magíster dist!

Años más tarde, encontrándome yo a la sazón en otra época oscura, y sin embargo como la anterior anunciadora de cambios, paseando por la colinas Lenin, en Moscú, olimpo de la razón, sede de la Universidad Lomonosov. Mi interlocutora, una inteligente Doctora en Historia, me hacía reflexionar conjuntamente con ella, sobre la sensación de los últimos patricios romanos, allá por los albores del siglo V, ante la llegada de los bárbaros. La caída de la cultura frente a la fuerza de la fuerza y la sin razón.

No es mi interés hablar sobre las necesidades de los procesos históricos y de los cambios necesarios para el proceso de la evolución. Ni entrar a discutir con los defensores de la dialéctica hegeliana. No quiero tampoco hacerme inteligente ante nadie esclarecido en la fenomenología Husserliana..

Quiero, simplemente, traer ante mí las sensaciones de estos, mis antecesores, para intentar comprender esta sensación de ahogo, rechazo, disgusto e indignación que me embarga ante esta época tan vulgar que me ha tocado vivir. No estoy contento ni satisfecho ante el aumento de sinrazón y la falta de civilización, en el más profundo sentir mediterráneo, que me circunda.

Es difícil, y me lleva mucha energía, no dejarme llevar por el desánimo ante los acontecimientos que venimos siendo testigos cotidianamente. Se miente de la mañana a la noche, se falsea, se roba y se falta al respeto de la buena gente de forma mantenida e ininterrumpida. Al diálogo le ha sustituido el polemista. Al respeto la “sinceridad”. La “espontaneidad” a los valores. La “oportunidad” y “el bien personal” al bien común.

Reivindico la acción sin estridencias. La acción callada y tranquila frente a lo extemporáneo. Reivindico al participante frente al ganador. No es cierto que el segundo sea el primero de los perdedores. El crecimiento y el aprendizaje frente al éxito.

Frente a tanta impostura y diferentes formas de violencia, desde la torre del alquimista, sin carácter moralizante, pero si testimonial, sin intentar ser ejemplificador para nadie, surge esta atalaya que no busca ni reconocimiento ni seguimiento, sino un lugar tranquilo y sosegado, a veces impulsivo como lo es la misma existencia, para mirar la vida.

Un fuerte y cálido abrazo.
Antonio Elegido

Publicado en Blog
Un comentario en “La mirada
  1. Alberto dice:

    Siempre interesantes tus comentarios, Antonio, pues nos incitan a la reflexión. Gracias!

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